
La colada, “muestra exhaustiva y definitiva” de las ideas de Edouard Manet y el Impresionismo.
“Un verdor fresco pero de coloración espesa -propio de un jardín urbano- abraza una inundación veraniega de aire matutino. Una joven, vestida de azul, hace la colada, mientras varias prendas ya están secando, un niño erguido entre las flores mira a su madre -no hay más. El cuadro es de tamaño natural, aunque la escala es algo menor en la media distancia, al tener sabiamente en cuenta el pintor los requisitos artificiales que exige el punto de vista arbitrariamente impuesto al espectador. Está inundado de aire. Por todas partes, la atmósfera transparente y luminosa lucha con las figuras, los vestidos y el verdor, y parece apropiarse algo de sus sustancia y solidez; mientras, los contornos, desdibujados por el sol oculto y disipados por el aire, tiemblan, se funden y evaporan en la atmósfera circundante, que despoja de realidad a las figuras, pero parece hacerlo para mejor preservar su verdad. El aire reina supremo y verdadero, como si tuviera una vida encantada conferida por el sortilegio del arte; una vida ni personal ni sintiente, sino sujeta a los fenómenos convocados por la ciencia y mostrados ante nuestros ojos asombrados, con su perpetua metamorfosis y su invisible acción hechas visibles. ¿Cómo? Con la fusión o con la lucha continua entre superficie y espacio, entre color y aire. Aire libre: tal es el principio y fin de la cuestión que estamos tratando. Estéticamente, la respuesta está en que las carnaciones del modelo conservan sus verdaderas cualidades sólo al aire libre, al estar iluminadas todas ellas casi por igual”.
El twxto tan amable como el cuadro. Se ensamblan armonicamente
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