
“Las dos torres negras y macizas, con sus techos de pizarra, que forman las partes armoniosas de un conjunto magnífico, superpuestas en cinco pisos gigantescos, que se desenvuelven a la vista en tropel y sin confusión, con sus innumerables detalles de estatuaria, de escultura y de cincel, reunidos poderosamente a la reposada grandeza del conjunto: diríamos, inmensa sinfonía de piedra; obra colosal de un hombre y un pueblo, una y múltiple al mismo tiempo … producto prodigioso de la suma de todas las fuerzas de una época … magna y fecunda, como la creación divina, a la que parece haya robado el doble carácter: el de la variedad y el de la eternidad”.