
Bifurcaciones Las cosas como (no) son. Walter Scott, don Quijote, Borges
Y si el tema del destino acompaña como una sombra a la humanidad y lo encontramos en la literatura, también -y acaso sea esencia misma de la literatura- las posibilidades, las bifurcaciones en las vidas de las personas, que les permiten ser otros una y otra vez, sucesivamente en sus vidas, simultáneamente en sus vidas leyendo.
Las vemos, esas posibilidades, esas bifurcaciones, esas otras vidas que vivimos, que podemos vivir, de tres modos. Uno, cambiando los términos de las cosas. Otro, viviendo, locamente, lo que imaginamos. Otro más, instalándonos en la paradoja o la contradicción.
Pero ¿son posibles, sea real, sea imaginariamente, esas posibilidades? ¿están allí, para que las encontremos, para que las busquemos; o dependen de cada cual, de que las podamos crear?
Cambiar los términos de las cosas
Rebeca, mujer y judía, como tal perseguida, violentada, menospreciada, sana y cura al Ivanhoe herido de Walter Scott, que, aunque reticentemente porque “compartía los prejuicios de la época”, le agradece prometiéndole una fuerte recompensa. Rebeca le responde sin vacilar: “No, sólo quiero rogaros que de hoy en adelante creáis que un judío puede rendir un buen servicio a un cristiano sin buscar otro galardón que la bendición del gran padre que creó a ambos, judíos y cristianos”.
Rebeca, ya derrotados los opresores normandos, se entrevista con Lady Rowena, ahora esposa de Ivanhoe. Un encuentro decisivo: dejará Inglaterra, y le regala un valiosísimo collar; “tenéis poder, rango, autoridad, influencia; nosotros tenemos la riqueza que es el origen de nuestra fuerza y de nuestra debilidad”. Pero, por encima de ambas fuerzas -el poder y el dinero- hay algo que une a dos oprimidas -mujeres, por los hombres; sajona oprimida por normandos, judía oprimida por cristianos-: “¿Creéis que valoro estos fragmentos brillantes de una piedra por encima de mi libertad?”
Un encuentro impensado y clave, que cambia, que trastoca los términos de las cosas: no el poder, no la riqueza, la libertad para los oprimidos.
Vivir lo que imaginamos
Es en los libros cuando el tiempo puede renovarse, una y otra vez, repitiéndolo, y modificándolo a la vez; al repetirlo, al revivirlo con cada lectura lo que a la vez lo modifica, producimos un arcaísmo gozoso, un hiato, al menos momentáneo, al menos pasajero, en la realidad o, más modestamente, en nuestra realidad llevando allí la imaginación.
Un hidalgo puede imaginar y vivir, burlándose y emulándolo, como caballero andante cuando ya fueron éstos sepultados por los tiempos.
Y así, cambiamos, trastocamos los tiempos, lo que se puede, lo que se debe esperar.
Instalarse en la paradoja, en la contradicción. Optar por todas las alternativas
Vivir cada cual, sucesiva, pero también simultáneamente, muchas vidas, si transitamos el borgeseano Jardín de senderos que se bifurcan.
“Ts’ui Pen, que fue gobernador de Yunnan y que renunció al poder temporal para escribir una novela que fuera todavía más populosa que el Hung Lu Meng y para edificar un laberinto en el que se perdieran todos los hombres. Trece años dedicó a esas heterogéneas fatigas, pero la mano de un forastero lo asesinó y su novela era insensata y nadie encontró el laberinto … A su muerte, los herederos no encontraron sino manuscritos caóticos … El libro es un acervo de borradores contradictorios. Lo he examinado alguna vez: en el tercer capítulo muere el héroe, en el cuarto está vivo”.
Una pregunta resuena: “¿de qué manera un libro puede ser infinito?”
“Me sugirió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en el espacio [caminar doblando siempre hacia la izquierda en cada encrucijada, en cada bifurcación del camino como le señalaron al bisnieto de Ts’ui Pen para llegar a su destino, era, aunque correcta, ¡ojo!: llegó a destino, engañosa]. La relectura general de la obra confirmó esa teoría. En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del inexistente Ts’ui Pen, opta -simultáneamente [como en el Aleph, aunque éste sería en el espacio]- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela”.
Una conclusión contundente: “El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros”.
Optar por todas las alternativas. Abrirse innumerables futuros. Allí, en eso -¿una decisión, una voluntad, algo allí esperándonos?- en las bifurcaciones de nuestras vidas, residen las posibilidades que nos permiten -que nos permitan- vivir las cosas como (no) son.