
Está escrito ya: que El Aleph es un homenaje (acaso paródico) a la Divina Comedia. Yendo del viaje de fe del siglo XIV al secular viaje en el espacio- tiempo del siglo XX; y están Beatriz/Beatriz, Virgilio/Dante Argentino Daneri, Dante/Borges.
Si entre los autores insuperables con sus insuperables personajes que nos trae Harold Bloom (el Escritor J a Yavhé, Marcos a (su) Jesús, Shakespeare a Hamlet, Cervantes a don Quijote, Homero a Odiseo/Ulises), agregando que su “historia de exploración y ahogamiento reduce a Dante el Peregrino al silencio”, no podemos dejar de detenernos en que Dante el Peregrino es como el Borges de El Aleph. Dos personajes.
[Una diferencia sí habría. Dante nunca nombra a Dante: “A mitad del andar de nuestra vida/ extraviado me vi por selva oscura/ que la vía directa era perdida”: solo habla en primera persona, desde este inicio y a lo largo de todo el poema. Borges sí nombra a Borges: “Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges”: tal vez, para destacar aquella innovación que es desde entonces tradición que se renueva].
Y puede que en esa admiración de Borges por Dante, además de lo que escribió (Nueve ensayos dantescos y tanto más), esté esta afinidad de crearse como personajes de sus propios textos. Una audacia en el siglo XIV que Borges replicó en el siglo XX, que nos revela otras afinidades entre los grandes escritores que son homenajes silenciosos, diálogos a través de los tiempos, un modo de universalizar una obra, un autor y un personaje.