
A partir de
El jurado, de John Grisham
“Lo que me interesa es el dinero, Fitch … nuestro plan saldrá bien porque la corrupción está a la orden del día”.
En el juicio civil más importante contra la industria del tabaco en Estados Unidos, Fitch, “el hombre más experimentado en sabotaje de juicios”, al servicio -en las sombras- de las compañías tabacaleras -con su Fondo secreto que movía millones de dólares para las acciones ilegales que cometían para impedir que los jurados votaran en su contra-, confiaba en Marlee, y la admiraba: le había ofrecido por una fuerte suma el veredicto del jurado.
Así que, sí, aunque se trataba de “política y nada más que política. Si las tabacaleras pierden este juicio habrá una avalancha de pleitos”, y son, estas compañías, las financistas de los republicanos, que aseguran la libertad de empresa y de las personas.
Aunque, sí, también, se discutían grandes problemas morales: si se perjudicaba a sabiendas la salud de las personas, como acusaba el demandante; si, por impedir esto se limitaría la libertad de elegir de las personas, que “tienen que cargar con las consecuencias de sus actos”, como respondía la defensa.
Aunque la política y la moral, entonces, estaban en la discusión pública con este resonado juicio que hacía subir y bajar las acciones de las compañías en Wall Street y que la prensa publicaba regularmente su desarrollo, todo parecía reducirse al dinero.
El abogado defensor Cable, con los millones que ganaba al servicio de las empresas tabacaleras, sin tapujos. El abogado demandante Wendell Rohr, adalid de causas civiles, pero más interesado en el 40% que se embolsaría de ganar el juicio y la avalancha de clientes que tendría posterior a un veredicto favorable.
No serían sus alegatos, ni los testigos de cada parte los que racionalmente inclinarían al jurado hacia una u otra parte. Sería la acción en las sombras sobre los jurados: chantajes, corrupción, amenazas. En un sentido innoble, con Fitch por las tabacaleras, y con un sentido noble, supuestamente por Rohr, y en especial por Marlee.
Cada uno buscaba desesperadamente asegurarse el veredicto del jurado.
Marlee se lo ofreció a Fitch por una suma. Fitch confió en ella. Grave error.
¿Pero cómo fue que el más experimentado en sabotajes de juicios cometió tal grave error?
No fue por usar unos, noblemente medios nobles, mientras los otros innobles usaban medios innobles. Tanto Rohr como Cable buscan millones y prestigio. Tanto Fitch como Marlee manipulaban al jurado.
Tal vez el secreto haya estado en haberle hecho creer que estaban del mismo lado: “lo que me interesa es el dinero”, lo que el cínico, corrupto, impune, omnipotente Fitch pensaba.
(Ediciones B. Traducción: Mercé López)
Me quede pegada con la realudad argentina. No pude navegar ni volar pir la literatura
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Si, tenemos que andar robándole tiempo a las cosas para leer, tal vez seamos el famoso «buen ladrón»
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