La vergüenza, de Annie Ernaux

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La vergüenza, de Annie Ernaux

¿Con qué se encuentra una, uno, cuando se sumerge, cuando explora, cuando investiga su propia vida?

Aquel intento del padre de asesinar a su madre delante de ella un domingo del 15 de junio de 1952, cuando Annie D. tenía apenas 12 años, la acompañó y marcó toda su vida. Hasta hoy, hasta ahora. “Pero la mujer que soy en 1995 es incapaz de penetrar en aquella niña de 1952”.

Debe hacerlo. Es que nada recordaba de aquellos años. Y no fueron años inanes: “la guerra de Indochina, la de Corea, los motines de Orleansville, el Plan Pinay … que Stalin, Churchill y Roosevelt hubieran estado tan unidos como ahora lo están Yeltsin, Clinton o Kohl”. Pero, “luego me dije que ninguno de los miles de millones de hechos que se produjeron en el mundo aquel domingo podría ser colocado al lado de esa escena sin llenarme de estupor. Sólo ella fue real”.

¿O no? ¿Con qué se encuentra una, uno, cuando se sumerge, cuando explora, cuando investiga su propia vida?

Si sólo esa escena fue real, si hasta ahora la marca, “sólo aspiro a disolver la escena indecible de mis 12 años en las generalidades de las leyes y el lenguaje”; en “las leyes y los ritos, las creencias y los valores” que definían aquellos años, “para descomponer y construir de nuevo, alrededor de la escena de aquel domingo, el texto del mundo en el que tuve 12 años”.

Pero, ¿con qué se encuentra una, uno, cuando se sumerge, cuando explora, cuando investiga su propia vida?

Y, ¿podemos leer en ese texto, lo escribimos nosotros, hemos sido escritos por él?

Para disolver la escena, investiga y describe: la ciudad, el barrio, el modo de hablar de la gente, los sucesos que aparecían en la prensa, la escuela católica privada.

¡Ah, la escuela católica privada! Otras escenas aparecen: la madre, recién levantadas, sucio su camisón, delante de sus compañeras de escuela.

Y ese momento revelador: la escena indecible se entrecruza con esta escena inesperada. Y la irrupción de la vergüenza.

No era la escena, una u otra, en sí. No era la fijación inmovilizante en la escena en sí. No era el olvido de todo lo que vivía alrededor de la escena en sí.

Cuando vio a su madre en su sucio camisón, “por primera vez acababa de ver a mi madre con la mirada del colegio privado”.

Y fue así que descubrió que “había dejado de pertenecer a la categoría de la gente correcta. Había dejado de parecerme a las otras niñas de la clase”, todos recuerdos que se agolparon y que “indicaban por sí solos mi pertenencia a una clase social con respecto a la cual la escuela privada no manifestaba más que ignorancia y desdén”.

No era la escena en sí. Pero tampoco dejar de pertenecer a… lo que nunca perteneció. ¿Qué era, qué es? ¿Tomar la mirada de los otros para mirarse a una, a uno, mismo? ¿Qué esa mirada sea la del desprecio, esa mirada clasista de desdén, y no otra? ¿Es que puede elegirse la mirada con la que nos miramos a nosotros mismos?

O es que no, no, el mundo no es un texto, “el lenguaje no es la verdad” (como Annie D. recuerda de Paul Auster), el mundo es sí las cosas que vivimos y sí, es “nuestra forma de existir en el universo” (como sigue diciendo Paul Auster), con los demás, con lo que dicen de nosotros, con lo que nosotros decimos de ellos, y es cambiante, no es esa rememoración una fijación de la identidad (como Annie D. reprocha a Proust), es confirmación de nuestra historicidad.

Somos la suma de esos fragmentos: una escena, un recuerdo, una mirada de los otros, lo que decidimos: investigar, disolver, rehacer. Y seguir.

(Tusquets. Traducción de Mercedes y Berta Corral)

3 comentarios en “La vergüenza, de Annie Ernaux

  1. Ha leído varios libro de Annie Ernaux. Me han gustado y son fáciles, sin embargo con «La vergüenza», no he podido. Tal vez necesitaba descansar de la utora. Lo retomaré en otro momento. Buen día.

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  2. Muy buen.libro descriptivo y hondo a la vez. Desde que nacemos la mirada de los otros va forjando nuestra identidad y en ese yo soy , vos sos, o estoy siendo y estas siendo se va instalando una manera de ser y de relacionarnos

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