
A partir de
Museo de la Revolución, de Martín Kohan
Rubén Tesare en tiempos de la Triple A lleva un peligroso bolso hacia un pueblo perdido en Córdoba, donde un compañero lo retirará para trasladarlo a Tucumán, donde la guerrilla actúa con fuerza. Lleva también su cuaderno azul de notas. Una distracción, provocada por la obligada ruptura con su compañera por militar en otra organización, le costará caro.
Reflexiona sobre el tiempo y la revolución. Su Cuaderno, veinte años después, hace de museo, fijando la memoria, sustrayendo sus reflexiones del paso del tiempo. Y es así peligroso: publicarlo ahora, después de aquellos años, puede ayudar a reactivar la militancia, o lo contrario, generar una parálisis, con las ideas así en conserva.
(Aunque eso, en verdad, no depende del cuaderno, ni de la decisión editorial).
La circunstancia personal es trágica, pero es real: la sustracción es la de su necesaria vigilancia.
¿Residió esa desatención en esa sola circunstancia personal? Sus reflexiones, también jugaron su papel, con sus afirmaciones: “la ilusión marxista”; “la tristeza” que sucedió a la revolución. Con su definición del marxismo: “la fórmula de la tranquilidad”, por su pretensión de preveer, es decir, de manejar el tiempo.
No se trata de que ponga todo en cuestión. Se trata de su disociación: su cuerpo viajaba a Laguna Chica, su mente estaba en otros rumbos, no en su añorada Gabriela, sino en su desilusión de la “ilusión marxista”.
Norma Rossi, que conservó el cuaderno azul y relató esta historia íntima no registrada en sus reflexiones teóricas, la centró ahí (con macabras razones): muy noventista. ¿Pero no estamos dejando ya bien atrás los ’90; o, contrariamente, estan volviendo reforzados?