Píldoras de la crítica. La (importancia de la) amistosidad para empezar. Gorki y Babel

Píldoras de la crítica. La (importancia de la) amistosidad para empezar. Gorki y Babel

(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)

Ya hablamos aquí, con Luis Sepúlveda y con Borges y Victoria, de la importancia de la amistad y del apoyo para los autores jóvenes, nuevos, que buscan construir su camino literario.

Isaak Babel en su breve Autobiografía, nos cuenta que “en 1915, comencé a ofrecer mis escritos a distintas editoriales, pero siempre me terminaban rechazando. Los editores (el difunto Izmailov, Posse y otros) me querían convencer de que buscara trabajo en algún que otro negocio, pero no les hice caso y a fines de 1916 conocí a Gorki. Le debo todo a ese encuentro y sigo pronunciando el nombre de Aleksei Maksimovich con gran admiración y cariño. Él publicó mis primeros cuentos en la revista Letopis en noviembre de 1916 (esos cuentos me valieron una denuncia por violar el artículo 1001) y me enseñó cosas sumamente importantes; después de hacerme ver que mis primeros dos o tres experimentos aceptables eran una mera suerte de principiante, que la literatura aún no era lo mío y que escribía bastante mal, Aleksei Maksimovich me mandó a que me mezclara con el pueblo”.

Siguió su consejo: “Durante siete años, desde 1917 hasta 1924, me mezclé con el pueblo. En ese período fui soldado en el frente rumano, después formé parte de la Cheka, del Comisariado del Pueblo para la Educación, participé en las expediciones de abastos de 1918, en el Ejército del Norte contra Yudenich, en el Primer Ejército de Caballería, integré el Comité Provincial de Odessa, fui editor en la Séptima Imprenta Soviética de esa ciudad, periodista en Petersburgo y en Tiflis, entre otras cosas. Recién en 1923 aprendí a expresar mis ideas en forma clara y concisa; entonces, nuevamente, comencé a escribir. Por eso, asocio el comienzo de mi carrera literaria con los inicios del año 1924, cuando en el cuarto número de la revista Lef se publicaron mis cuentos «Sal», «La carta», «La muerte de Dolgushov», «El Rey» y otros”.

Pero, más valioso que el consejo, fue la amistad que le dio.

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