Los mitos griegos (el Prometeo de Robert Graves)

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Los mitos griegos (el Prometeo de Robert Graves)

Prometeo, “el creador de la humanidad”, donador del conocimiento y del fuego, afrontó cinco hechos terribles. Terribles porque en todos, confrontó a los dioses, y al más poderoso de todos ellos, Zeus. Pero algo más.

La guerra. Cuando los dioses castigaron a su hermano mayor Atlante destruyendo su reino, la Atlántida, éste, junto con uno de sus cuatro hermanos, Menecio, inició una “infructuosa guerra contra los dioses del Olimpo”. Aquí Prometeo junto con su otro hermano, Epimeteo, “siendo más sabio que Atlante, previó el resultado de la rebelión contra Crono y por tanto prefirió luchar del lado de Zeus”. Una guerra que no eligió, y en la que tomó dudoso partido.

La rivalidad. Su sabiduría no era solo la astuta previsión, sino que “era el más sabio de su raza, y Atenea, a cuyo nacimiento de la cabeza de Zeus había asistido, le enseñó arquitectura, astronomía, matemáticas, navegación, medicina, metalurgia y otras artes útiles que él transmitió a la humanidad”. Era un peligro. Zeus, “se irritó porque su talento y aptitudes iban en aumento”. Una amenaza involuntaria al más poderoso de todos.

El desafío. Hubo una disputa: qué parte de un toro debía ofrendarse a los dioses y qué parte reservarse a los hombres. Prometeo fue designado árbitro. “Así pues, desolló y descuartizó un toro y luego cosió su piel formando dos bolsas de boca ancha que llenó con lo que había cortado. En una de ellas puso toda la carne, pero la ocultó bajo el estómago, que es la parte menos tentadora del animal; la otra la llenó con los huesos, escondidos bajo una gruesa capa de grasa. Cuando invitó a Zeus a elegir una de las dos bolsas, éste, dejándose engañar fácilmente por las apariencias, escogió la bolsa que contenía los huesos y la grasa, pero castigó a Prometeo, que se estaba riendo de él a sus espaldas, privando a la raza humana del fuego: ‘¡Que se coman su carne cruda!’, gritó”. Un desafío a la autoridad que decidió, de manera casual: apenas aceptando su designación.

La venganza. Accedió secretamente al Olimpo, robó el fuego y lo donó a la humanidad. Ahora sí, vida activa, decisión propia. ¿Sería esta vez vencedor del más poderoso de los dioses?

La protección. “Zeus juró vengarse”: envió a Pandora a Epimeteo, quien, advertido que no aceptara regalos de Zeus, la rechazó.

Y vino el castigo. “Más enfurecido aún por el desaire, Zeus hizo encadenar a Prometeo desnudo a una columna en las montañas del Cáucaso, donde un buitre voraz le devora el hígado constantemente año tras año. Y no hay fin a su dolor, porque cada noche, cuando Prometeo está expuesto al frío y heladas insoportables, su hígado vuelve a regenerarse entero”.

Y vinieron las calamidades. Epimeteo temeroso viendo el castigo se casó con Pandora, que abrió el ánfora donde Prometeo había encerrado “todos los males que podían infestar a la raza humana: la Vejez, el Trabajo, la Enfermedad, la Locura, el Vicio y la Pasión”.

Cinco terribles hechos porque en todos, confrontó a los dioses, y al más poderoso de todos ellos, Zeus. Pero algo más: rival de los dioses como generoso dador de dones, el conocimiento y el fuego, dador de protectores consejos, rivalizó, desafió, se vengó, pero no destronó al poderoso Zeus, que, conservando su poder, lo castigó a él y toda la humanidad a la que protegía.

No es el Prometeo de Platón, la sola condición de posibilidad de vivir, que no basta. Es el Prometeo que rivaliza, desafía, se venga, da, pero no toma. Prometeo, tener todo y nunca alcanzar nada.

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