
La literatura funda mitos, aquí, camino de comprensión de una realidad siempre caótica, otro modo de proveer un orden en el mundo; un ancla cuando todo parece disolverse, al menos tal como lo conocíamos. Otra dimensión de la literatura.
Pero el mito abre temas que, tal vez, contengan la clave de su comprensión, o, más bien, de otra comprensión de nosotros mismos. De, por ejemplo, los mitos olímpicos, el tema, que trae Robert Graves, siempre puesto en duda, rechazado, negado, de antiguas sociedades matriarcales que con Zeús quedan, hasta mitológicamente, enterradas para siempre.
De los mitos originales (¿pero hubo posteriores?) de la literatura argentina, el más poderoso: la oposición civilización y barbarie de Sarmiento. Y tras él y con él, el origen sangriento de la ante-moderna Argentina en un Matadero de Echeverría; el auténtico argentino en el gaucho, con Martín Fierro de Hernández; el cautiverio de la Cautiva de Borges para retomar y cerrar, paradójica y provisoriamente los anteriores.
Mitos que proveen una divisa: civilización o barbarie; un escenario: el matadero; un personaje: el gaucho Martín Fierro con quien identificarnos; una acción: el secuestro seguido del cautiverio.
Mitos que nos fundan; en los que buscamos claves de la comprensión de nuestra historia y nuestro presente: o con los que, al menos, estamos en permanente diálogo, confirmándolos, introduciéndoles variaciones, rechazándolos.
Borges, cómo no, díría yo, nos da otra clave: cada mito propone un tema.
Un tema que, acaso, contenga otra posibilidad, donde los mitos no condicionen sino sean apertura de nuevas posibilidades, imaginarias, es decir, preparatorias de nuevos futuros, temibles o deseables. O contengan silenciosas, menos evidentes, explicaciones.
El Facundo funda el mito de la lucha entre la civilización y la barbarie; tomar partido por aquella contra ésta es una necesidad. Su tema: la traición, una triple traición. Amenaza que sobrevuela cualquier toma de partido.
El Matadero funda el mito de la escena sangrienta: se funda la República luchando por nacer, naciendo paradójicamente unitaria bajo el triunfo federal despótico de Rosas. Su tema: el valeroso liberal unitario al decidir mostrarse cajetilla por las calles, lo que hace es entregarse voluntariamente a la muerte mazorquera: no se somete a uniformes, pero se somete al degüello.
El Martín Fierro funda el mito de lo argentino verdadero en el gaucho cantor ante el aluvión inmigrante. Aunque: más que “un verdadero argentino”, hay dos gauchos: Fierro abriéndose camino a cuchillazos, Cruz resignándose a su destino (aunque solidarios uno con el otro). Y el tema: Huir de lo argentino- la Argentina tal como es, hacia un desierto donde pueda uno vivir “como un señor, echao panza arriba/mirando dar güelta el sol”.
La Cautiva funda el mito, del cautiverio en estas tierras bárbaras. El tema: no hay tal cautiverio, se trata de una elección, comprensible o no, libre.
Hay en estos temas que muestran y ocultan los mitos que fundan la literatura, que necesita entonces que leamos su envés y su revés, unas otras fundaciones, literarias, y también reales.